El contenedor

La idea para esta entrada la tuve tras leer el mensaje que una amiga argentina dejó en el muro de su perfil en una red social: "No seas tonto, el alma, no existe. Los adultos la inventaron para asustar niños". Yo le contesté que creía que lo que no existe, en realidad, es el cuerpo. A partir de ahí...

Creo que el alma sí existe y el cuerpo es un mero contenedor de la misma. Me explicaré. Lo que somos no es nuestra apariencia física, sino nuestro conjunto de creencias, valores y cosas aprendidas y almacenadas. El alma, que al principio está vacía (o quizá guarda el backup de alguna vida anterior) se va llenando con esos contenidos, que acaban por componer lo que es esa persona. Y nuestro cuerpo, ese recipiente, ese contenedor, ese envoltorio, va cambiando con los años, pero lo que somos, llámese alma, llámese escala de valores, llámese bagaje de conocimientos, que se ha ido llenando, sí permanece inalterado en sus características básicas. Tan es así que nos pueden poner un hígado nuevo, un corazón, nos pueden quitar y poner un riñón, nos puedes poner brazos o piernas protésicos o robóticos... Pero no pasa lo mismo con el almacén o disco duro donde se guarda lo que somos, el cerebro. Sí, porque de existir ese alma, en algún sitio hay que guardarlo.

De ahí que un ataque al cerebro sea como un ataque al disco duro de nuestro ordenador. Si tienes un cáncer cerebral, pierdes parte de ese saber acumulado y pierdes parte de ti mismo. Algunas cosas las podrás aprender de nuevo, pero otras las habrás perdido irremediablemente. De modo que lo peor que le puede pasar a nuestra alma, a ese ente que dice a los demás cómo somos, es el Alzheimer, porque no sólo vas olvidando cómo se hacía esto o lo otro, sino que vas olvidando a tus seres queridos e incluso olvidas quién eres tú mismo, pierdes tu esencia, el alma se te va vaciando. Dejas de ser tú, aunque tu cuerpo aún te sostenga.

El alma también reúne nuestra forma de pensar y de sentir. Podrían implantarnos un cuerpo completamente artificial pero ello creo que no cambiaría quiénes somos. Lo que yo soy está en mi alma, no en mi cuerpo. Y aquí viene el problema de las religiones. Todas dicen que van a salvar precisamente eso, el alma. Todas te dicen ser la buena. Pero vaya, casualmente a las religiones una de las cosas que menos gracia les hace son la autocrítica, el cuestionarse las cosas y la libertad de pensamiento. Ésta es una de las razones, aunque no la única, de que yo no profese ninguna religión. Porque no consiento que nadie me diga lo que tengo que pensar (o directamente que no piense). Y las religiones buscan el control, el seguidismo adocenado y borreguil, y que no pienses por ti mismo. Una masa servil carente del menor atisbo de individualidad o autocrítica.

Los representantes religiosos exigen ser respetados y propugnan una supuesta, falsa e impostada superioridad moral desde la que, al menos la Iglesia Católica, te mira por encima del hombro, y hace como que te perdona la vida, si eres de los que no piensa como ellos. Las religiones han utilizado pues el concepto del alma para intentar manipularnos a su antojo. Dice el dibujante Ralf König, agnóstico confeso, que acaba de sacar la segunda parte de su particular visión sobre la Biblia, que "Donde se predica mucho el amor de Dios, la marginación, el odio y la superpoblación se fortalecen" y que "(...) son los religiosos los que provocan, marginan y desprecian. Da igual la religión, las mujeres, los gays y los no creyentes siempre son los que salen perdiendo", afirma para Público.

Precisamente este viernes, será acaso por la semana en la que nos hallamos, Público ha dedicado nada menos que sus páginas 2 a 5 y un par de textos de opinión al tema de la religión y al ateísmo. No soy yo quien coincide con Público, sino al revés, ya que llevo varios días con esta entrada en la cabeza. El caso es que dos científicos estadounidenses (de dónde si no) han escrito un libro donde vienen a explicar que nuestro cerebro fue el que creó la religión para liberarnos del estrés producido, supuestamente, por las famosas preguntas de si estamos solos, de dónde venimos y adónde vamos. Que esas preguntas y esa supuesta incertidumbre generan una tensión neuronal que así se ve reducida. Bueno, pues oigan, ¿entonces qué pasa con el estrés neuronal de los que no pensamos ni queremos que haya un supuesto ente gobernando nuestras vidas? Igual es que yo no tengo esas inquietudes y no necesito ese placebo.

Dice el jefe de opinión del periódico, Marco Schwartz, que por qué el cerebro, si es tan potente, "no concibe un mundo más justo, solidario y apacible donde disminuyan esos miedos y ansiedades que lo impulsan a necesitar religiones y dioses". Ello y toda la hipocresía, la falsedad y el teatro que estamos viendo estos días. Pura farsa y veneración por trozos de madera pintados y ornados de oro y plata, y con unos señores que opinan de la mujer, del matrimonio y del aborto sin permitir la presencia de la mujer y sin poder casarse (pero ha habido Papas casados y con hijos), y que gobiernan, desde un minúsculo espacio de 44 Ha, este gigante con pies de barro llamado Iglesia Católica, que en los últimos tiempos está tal que así:
Los tres monos sabios, templo de Toshogu, Japón.

En uno de los apoyos se explica cómo uno de los autores descubrió hace años que nuestro cerebro genera neurotransmisores químicos en determinadas situaciones para evitar la fatiga neuronal, y que el estatus social también está relacionado.

El rotativo también dedica un espacio a algunos de los ateístas o pensadores contra la religión más famosos de la Historia, con especial mención al sacerdote galo del siglo XVIII Jean Meslier, autor de 'Memoria contra la religión' (1762) del que la editorial Laetoli publica ahora la primera edición íntegra en castellano. Se repasa asimismo el pensamiento de algunos relevantes ateístas actuales como Christopher Hitchens, Michel Onfray o Richard Dawkins.

El caso es que la religión sigue gozando de un inmenso poder en nuestros días. Y resulta muy curioso comprobar cómo ha ido alcanzando tal estatus. Por ejemplo, la versión más extendida hasta nuestros días de por qué se suspendió el calendario procesional de la Semana Santa sevillana en 1932 viene a decir que fue la animosidad antirreligiosa del gobierno republicano el que motivó tal decisión. Nuevas versiones explican que estos hechos fueron manipulados y que fue el sector más conservador de las cofradías, apoyado por el cardenal-arzobispo Eustaquio Illundain, el que decidió no salir, no existiendo boicot alguno.

Pero podemos remontarnos mucho más atrás en el tiempo, hasta finales del siglo XV, para encontrar un posible origen, uno más, a la injusta y terrible expulsión de los judíos en 1492 y a cómo se logró en Castilla y Aragón la pretendida unidad (uniformidad) religiosa. Se trata de un incidente que el historiador e hispanista estadounidense Gabriel Jackson incluye en su libro 'Introducción a la España Medieval' (Alianza, 2008) y que Ignacio Escolar ha rescatado para su blog: "En junio de 1490, un tal Benito García, cristiano desde hacía treinta y cinco años, fue detenido en Astorga cuando volvía de una peregrinación de Santiago. Se le encontró una hostia consagrada en su equipaje. En los seis días que duró la tortura, dio los nombres de cinco conversos y dos judíos que habían participado con él en el asesinato ritual de un niño cristiano. (...) No se había informado de la desaparición de ningún niño en el pueblo de La Guardia (Toledo), ni llegó a faltar, pero el inquisidor general, el fraile dominico Tomás de Torquemada, dio una gran publicidad a las confesiones, y en 1491 se rendía ya culto al Santo Niño de la Guardia. (...) Torquemada aprovechó este incidente para presionar sobre los reyes a favor de la expulsión de los judíos de sus reinos". Como apunta Escolar, que ha reformulado el texto para publicarlo en Público ayer viernes, Benito García y el resto de los supuestos asesinos del niño fueron quemados en Ávila, el 16 de noviembre de 1491. Sólo unos meses después, en marzo de 1492, los Reyes Católicos firmaron los decretos de expulsión de los judíos de España. El propio Torquemada venía de una familia de judeoconversos. Ya saben, no hay peor cuña que la de la misma madera. El 11 de febrero, el día que se le nombró en 1482, Nieves Concostrina realizaba una semblanza de lo ocurrido en En Días Como Hoy (RNE) (acceder).

Yo he dedicado dos entradas a la Inquisición. Una el ocho de enero de este año, sobre la censura literaria practicada por este tribunal a raíz de la publicación de un índice de libros prohibidos en 1559, siendo los impresores sevillanos los más afectados. La otra, el once de diciembre del año pasado, precisamente sobre lo que se cuenta en la serie de documentales sobre los archivos secretos de la Inquisición que TVE emitió en La 2 por esas fechas y estrenada en 2007 (leer nota). Como allí digo, se trata de narrar a lo largo de cuatro capítulos el sistema de juicios secretos, torturas y castigos que implantó el llamado Santo Oficio durante más de medio siglo para acabar con la herejía, no solo en España. El segundo de los capítulos se dedica a la implantación de la Inquisición en España a partir de 1478. Torquemada decía que los judíos conversos podían suponer un peligro para la estabilidad del territorio y su unidad religiosa, dado que seguían observando en privado la fe judía.

Se logró la unidad religiosa a costa de perder población y capital económico. Los siguientes en caer fueron los moriscos, y creo que el resto ya lo saben. Siglos más tarde, en España la Iglesia colaboró activamente con la dictadura franquista y aún en democracia mantiene muchos de sus privilegios. Ayer y anteayer el Papa Ratzinger, desde la riqueza y ostentación de la basílica de San Pedro, se olvidó de los casos de pederastia y volvió a arremeter contra el aborto, consigna que ha repetido este viernes el arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo (leer). De los abusos dice que han sido "algunos tropiezos" (más de 500 denuncias entre Austria, Alemania, Suiza, Holanda o Irlanda) y del aborto que hay "padres que prefirieron que el hijo naciera muerto antes de recibirlo y llenarlo de amor entre sus brazos". Amigo es Hijo Predilecto de Andalucía (ver BOJA e Histórico de premiados). El predicador de la Casa Pontificia ha comparado los ataques al Papa con el antisemitismo (16:55, dicen ahora que "a título personal"). Cree el ladrón... Si la religión fue creada para reducir la tensión y el estrés, ejem... Corramos un tupido velo sobre cómo iba a seguir esta frase. Y la salvación eterna, que se la quede Rita.

Enrique Meneses también dedica una entrada a los abusos de la Iglesia y empieza hablando, precisamente, del mecanismo opresor de la Inquisición (también la protestante). Recuerda por ejemplo que desde la Iglesia de Roma no se atacó a la brujería céltica hasta que la herejía albigense o cátara no empezó a expandirse por el Languedoc y la Provenza franceses. La Iglesia lo que quería, dice, era deshacerse de posibles competidores (y para ello tuvo la ayuda de los reyes) tras engullir todos los cultos pre-cristianos que encontró por el camino. Los ritos de la naturaleza, los que señalaban equinoccios y solsticios, son transformados en fiestas cristianas: germinación, floración (llegada de la primavera, donde la actual Semana Santa), siembra, cosecha (fiestas paganas de invierno, donde la actual Navidad). Un triste ejemplo de dicha complicidad entre Iglesia y monarquía lo tenemos en la masacre de Beziers de 1209, contra los cátaros. Al ejército cruzado francés mandado por el rey y dirigido por Simon de Montfort le acompañaba el legado del Papa Arnaud Amaury, que dijo aquello de "Matadlos a todos, que Dios distinguirá a los suyos". Como dice Meneses, mientras la Iglesia oficial se hace la víctima, "la gente normal, recordamos a Vicente Ferrer, Teresa de Calcuta, Ellacuría, Monseñor Romero y los miles de misioneros que se dejan la vida fuera del lujo, el confort y la hipocresía".

Los Archivos Secretos de la Inquisición en la Mediateca de RTVE.es:

Parte I. "Extirpar a los herejes": los cátaros.

Parte II. "Las lágrimas de España": la Inquisición en España.

Parte III. "La guerra contra las ideas": el luteranismo.

Parte IV. "El fin de la Inquisición": en pleno siglo XIX.

Feliz fin de semana.

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