Estado en crisis

El Partido Popular ganó las elecciones en noviembre de 2011. Desde entonces, en alguna ocasión, para ir a las causas de la crisis económica, ha aludido a lo que llaman "la herencia recibida". No se puede recurrir a ello para todo, pero sí en parte. Fue Zapatero, en mayo de 2010, el primero que hizo ajustes (recortes), como por ejemplo en pensiones, tras haber negado durante la campaña electoral de 2008 que hubiera ninguna crisis. Después Zapatero sustituyó a Pedro Solbes por Elena Salgado. Ambos han acabado en la empresa privada (Enel y Endesa respectivamente). Cuando estábamos en bonanza económica nadie veía la necesidad de hacer ajustes y reformas, y quizá fue justo entonces cuando debieron hacerse. La llamada "burbuja inmobiliaria" creo en España una falsa sensación de "nuevo rico". Y cuesta hallar alguien en el PSOE que recuerde la pésima labor de Salgado, pero existe.

Las causas se podrían buscar más atrás en el tiempo. Cuando el gobierno del PSOE impulsó la reforma de varios estatutos de autonomía, en una necesidad quizá ficticia. La reforma del estatuto catalán, sin duda, quedó cerrada en falso. Desde la misma se arrastran varios problemas. A partir de dicho estatuto, aprobado en 2006, Cataluña reclama compensaciones económicas basándose en la disposición adicional tercera del mismo. Como el estatuto fue recurrido al Tribunal Constitucional, y la sentencia dio como resultado un "recorte" del texto en varios aspectos relevantes, comenzó lo que el expresidente catalán Montilla llamó "desafección". De aquellos polvos, estos lodos.

La mala gestión económica del PSOE, más los recortes sociales anunciados en 2010, produjeron un efecto añadido: la aparición del llamado "Movimiento del 15M". Aquello parece haberse evaporado, y también entonces surgió una movilización muy conocida estos días, como es la de la Plataforma contra los desahucios. Estos y otros procesos de acción ciudadana son la consecuencia de un hartazgo hacia la clase política, que aparte de los casos de corrupción se ha mostrado en buena medida incapaz de hacer frente a los problemas que afectan a los ciudadanos. El principal de ellos, una vez explotada la referida "burbuja inmobiliaria", es la monumental cifra de desempleo, superior a los cinco millones de personas. El 15M o el movimiento antidesahucios son, pues, válvulas de escape de la población, que no ve respuesta en los mecanismos tradicionales de representación. Es grave, porque la política, se quiera o no, es necesaria.

El descrédito del PSOE provocó su hundimiento electoral sin precedentes, y una victoria sin paliativos de la candidatura encabezada por Mariano Rajoy. Quince meses más tarde, el PP ha perdido mucho de aquel apoyo, pero el PSOE no lo aprovecha y sigue hundido en sus expectativas. Quizá porque dirige a los socialistas el mismo que obtuvo el peor resultado electoral que se recuerda para su formación, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ahora este señor pide una reforma constitucional para impulsar una España más federal. ¿No se le ocurrió esto cuando el artículo 135 de la Constitución se reformó en 2011 para incluir el límite de déficit?

En medio del descrédito de los dos partidos mayoritarios, la única figura que parecía a salvo era la del rey. Hasta que se supo que había ido de cacería a Botsuana (se cumple un año). Hasta que su yerno Iñaki Urdangarin se ha visto envuelto en un caso de corrupción. Los medios protegían a la Casa Real. Ese escudo se rompió. El declive del rey ha continuado imparable. La infanta Cristina ha sido imputada en el caso que involucra a su marido. La princesa Letizia no se acaba de ganar el favor del pueblo. Hay quienes piden la abdicación del rey. Otros, los menos, piden la III República. El príncipe Felipe ha sido preparado específicamente para el puesto. Creo que hay que concederle un margen de confianza. Pero tiene que comandar un proceso que traiga aire fresco. Se juega el puesto en ello.

Paro. Desahucios. Corrupción. Los dos principales partidos, según la última encuesta publicada por El País, no llegan al 50% de apoyo ciudadano. Queda muy bonito pedir la III República, pero, piensen: ¿quién podría presidirla? ¿Existe una persona de consenso que podría poner a los partidos de acuerdo? ¿Con qué atribuciones? También en ese caso habría que reformar la Constitución, sí, pero para más aspectos y no solo el único que pide Rubalcaba. Así que habrá que confiar en el Príncipe de Asturias. Eso sí: seguro que hace unos años, cuando se casó, no pensó ni por un momento que le iba a tocar heredar un Estado como el actual, hecho unos zorros. Y su padre no es que le esté ayudando.

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