Un cambio de Gobierno muerto antes de nacer (I)

Quería dejar pasar toda la Semana Santa para poder contar con más elementos de juicio respecto de la remodelación del Ejecutivo. Sé que no me va a leer nadie como de costumbre, pero me apetecía escribir del asunto. Se supone que si escribes o cuelgas algo en Internet, básicamente, es porque te interesa y quieres hacerlo.

Veamos, qué es lo que el Gobierno dice pretender con el cambio ministerial. Un cambio de ritmo. Ganar agilidad. Acelerar proyectos que ya estaban en marcha. Potenciar y acelerar las supuestas medidas anticrisis, por ejemplo impulsando más obra pública. Reactivar la economía. Agilizar las ayudas y subvenciones, como el ICO o las de la Ley de Dependencia. Cerrar la financiación autonómica. Ya. Las palabras se las lleva el viento, la gente quiere hechos. Bueno, no creo que logre casi nada de todo eso. Además es un gobierno quemado desde el inicio, merced a la escandalosa filtración a los medios de la mitad de los cambios, sin duda desde dentro del propio PSOE, para que Zapatero no se atreviese a cambiar de idea, y que le fastidió la esperada foto con Obama. Si no fuera porque sí estaban previstas, da la impresión de que las entradas últimas, en Sanidad (y Política Social), Cultura y Educación, son más un grito de “¿Ah, sí? ¡Pues voy a hacer tres cambios más, y no los acertaréis!” por parte de Zapatero. Sobre todo el de Cultura, si como parece estuvo barajando hasta el final eliminar este ministerio. Si con la gestión del tema de Kosovo me parecía que el Gobierno se había pegado un tiro en el pie, ahora acaba de reventar la extremidad, aparte de agotar una importante bala del cargador.

Es un gobierno presidencialista, quizá más que nunca, donde manda Zapatero y los demás asienten, miran y callan. Sin nadie que le haga sombra pero sí le pueda hacer el trabajo sucio de fajarse ante los medios. Si quieres parecer listo, pon a tu alrededor gente más tonta que tú. Y sobre todo es una cuestión de imagen. Con la excepción de Elena Salgado, que falta que la veamos, todos los demás tienen en común que saben dar la cara ante los medios. Centrarán la atención sobre ellos y la desviarán de Zapatero. La más populista y con mejor imagen, en este sentido, es Trinidad Jiménez, y luego, José Blanco. Los dos se venían barajando para ocupar una cartera desde 2004, y Zapatero viene a recompensarles, justo cuando peor están las cosas. Debe confiar mucho en ellos, ¿o no? ¿Premio o castigo? Si confiara tanto en ellos, ¿no deberían haber estado desde el principio? ¿Intuye que tiene la reelección perdida y quiere que sean ministros ahora, porque luego será imposible?

Vestir un santo para desvestir a otro. Eso implica también la llegada de Chaves, Blanco y Jiménez, procedentes del núcleo de poder del PSOE. El gobierno los gana pero el partido los pierde, justo a dos pasos de las Elecciones al Parlamento Europeo, y con las encuestas muy en contra. Si han tenido que recurrir a ellos, e incluso a dos independientes como Ángel Gabilondo y Ángeles González-Sinde, cabe pensar en una alarmante falta de banquillo en las filas socilistas, en que no hay nadie capacitado a quien darle el relevo, que vemos siempre a los mismos. Esto mismo acabamos de verlo hoy con la designación de Ramón Jáuregui como número dos para las europeas. Ejercía como secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, donde abandonará su escaño. El PSOE pierde una pieza clave para la búsqueda de acuerdos con los demás grupos de la cámara.

Si haces cambios un año después de ganar las elecciones quiere decir que has hecho algo mal. En verdad son siete cambios. Recordemos que ya tuvo que sustituir hace poco a Fernández Bermejo en Justicia, por el tema de la cacería sobre todo, pero es que estaban todos los sectores contra él y ya había afrontado una huelga al final de la anterior legislatura. No tendría que haber iniciado la legislatura. Otra muestra de que algo has hecho mal es que ha tenido que devolver a Educación la parcela de Universidades que tenía la cartera de Innovación. Quizá, sólo con que hubiera hecho ese cambio, Cabrera podría haber seguido. De Ángel Gabilondo diré que me parece la mejor de las incorporaciones y espero que pueda llevar adelante el Plan Bolonia, que por muchas quejas que haya no tiene marcha atrás, y sobre todo que logre un consenso en la materia, que falta nos hace. Cada vez que cambia el color del gobierno, cambia la política educativa, cuando los que mejor van en este aspecto tienen la misma desde hace años (Corea del Sur, Japón, Finlandia). De modo que a él sí le concedo un margen de confianza.

El relevo de Magdalena Álvarez en Fomento es otro que llega tarde. ¿Quiso que pudiera darse el gusto de la llegada del AVE a Málaga y Barcelona? Tampoco debió estar en el gabinete inicial. Con todo, quizá no haya sido tan mala ministra, pero aquí con claridad percibo un problema de imagen. Álvarez tiene un temperamento muy marcado, y le falta diplomacia, mano izquierda. Tampoco se ha sabido desenvolver ante la prensa. En este sentido es en el que yo enmarco la designación de José Blanco, mucho más versado a la hora de dar la cara en público, al margen de que consiga acelerar las obras más importantes o decida, una vez que ya no se pueden tocar los presupuestos, una inversión extraordinaria en el departamento. Claro, que dos cosas sí va a hacer fijo: acelerar las inversiones y traspasos en Cataluña porque allí hay elecciones autonómicas en 2010, y en Galicia para poder presentarse él a la Xunta en 2013.

Como ya va siendo un poco largo, lo dejo aquí, seguiré en un par de partes más.

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