Un asesino hecho santo
Estos días de fiesta, como no ha habido el informativo La2 Noticias, se ha estado emitiendo por La2 la reposición de una miniserie documental llamada "Los Archivos Secretos de la Inquisición", estrenada en 2007. El lunes se emitió el primero de los cuatro capítulos, dedicado a los cátaros en la Occitania francesa. Narra a lo largo de cuatro capítulos el sistema de juicios secretos, torturas y castigos que implantó el llamado Santo Oficio durante más de medio siglo para acabar con la herejía en la Iglesia Católica. El segundo de los capítulos (ver vídeo), emitido la noche del martes 8, se dedica a la implantación de la Inquisición en España a partir de 1478, con la bula papal promulgada por Sixto IV. Fue el fraile dominico Fray Tomás de Torquemada, con posterioridad Inquisidor Mayor del Reino, quien animó a los Reyes Católicos, según se ve en el documental, a establecer este tribunal eclesiástico para perseguir sobre todo a los cristianos nuevos (judeo-conversos) porque pensaba que podían suponer un peligro para la estabilidad del territorio y su unidad religiosa, dado que seguían observando en privado la fe judía (judaizantes). El tercer capítulo, emitido esta pasada noche, llamado "La guerra contra las ideas", arranca con la propagación del Luteranismo por el norte de Europa gracias a la invención de la imprenta.
La historia arranca unos años antes, con una primera persecución a los judíos en 1391, lo que se refleja en el documental, y poco más tarde en tiempo de Enrique IV de Trastamara, cuando el franciscano Alonso de Espina es el autor del primer texto relevante (Fortalitium Fidei, 1459) en pedir la implantación de un tribunal inquisitorial y abordar el tema de los conversos. Toda esta parte se omite en el reportaje, que pasa de 1391 a 1478. Vemos el matrimonio de los futuros Reyes Católicos y el proceso final de adquisición del territorio meridional, así como parte de la trayectoria vital de algunos judíos conversos. Sus historias son reales y están extraídas de unos archivos secretos vaticanos que vieron la luz en 1998. Se trata de Cinfa Cacavi y su marido Jacob Abencuca; Constanza -Aldonza según otras fuentes- de Perpiñán y su hijo Pedro de Almazán, y del que hasta su detención en 1485 era la máxima autoridad judicial de Aragón, Jaime de Montesa. Con la creación de la Inquisición el 1 de noviembre de 1478, y los Reyes Católicos logrando el control de la misma por encima de la autoridad papal, la historia se centra en uno de los primeros inquisidores mandados a Zaragoza, llamado Pedro de Arbués, en mayo de 1484. Los arrestos de los judíos conversos se producen a partir de delaciones realizadas por gente de su entorno que afirma haberles visto practicar ceremonias judías pese a estar bautizados como cristianos. A partir de los testimonios recogidos en las actas hechas públicas por el Vaticano, asistimos a la reconstrucción de las torturas que acaban haciendo confesar a Cinfa Cacavi. Es Pedro de Arbués quien conduce el interrogatorio.
A causa de las confesiones, Jacob Abencuca es ajusticiado junto a otros conversos judaizantes que, como penitencia, llevan lo que se conoce desde entonces como sambenito, acompañado de capirote, en los llamados autos de fe, que eran en plaza pública. Un traje de color amarillo, en el documental, implica la expulsión del territorio. Uno negro implica la ejecución en la hoguera. Pero en la práctica no es la Inquisición la que ejecuta la sentencia. En una total connivencia entre Iglesia y Estado, es la primera la que entrega los reos al segundo para que lleve a efecto la penitencia. Cacavi y su hija son obligadas a bautizarse pero se lo quitan al llegar a casa. En el caso de la anteriormente citada Constanza o Aldonza de Perpiñán, al no haber sido capturada se quema una efigie suya, pero el castigo para su familia es el mismo que si la muerte fuese real, como es la pérdida de sus posesiones y privilegios. Arbués asiste a las ejecuciones de las sentencias. Los conversos pertenecían en muchos casos a la élite comercial y económica, y de mayor influencia política de la ciudad. Pidieron a Fernando el Católico la relajación de los procesos pero él no hizo sino redoblarlos. No sólo los conversos se vieron amenazados, sino también los nobles, ante el temor de la pérdida de los fueros vigentes en Aragón.
Siendo ya muy odiado, una conspiración de cristianos nuevos acaba asesinando a Pedro de Arbués la noche del 15 al 16 de septiembre de 1485. El efecto es contraproducente, ya que su muerte justifica la necesidad y presencia del tribunal, desatándose una feroz represión. Sus supuestos asesinos son ajusticiados en varios autos de fe durante el año siguiente. Asimismo, este hecho acrecienta el poder de Torquemada, que se convierte en la primera autoridad con poder en ambos reinos. Más poder incluso que los Reyes, ya que Isabel sólo mandaba en Castilla y Fernando en Aragón. Al anciano Jaime de Montesa no le salvará su condición de juez y, tras ser inducido a confesar que pagó para que se cometiera el asesinato, fue encarcelado durante dos años, tras lo cual fue decapitado en 1487, en la plaza del mercado de Zaragoza, por unos cargos -llevar a cabo ritos judíos- que nada tenían que ver con la muerte del inquisidor, el mismo día en que su hija, Leonor de Montesa, fue quemada en una de las hogueras de dicha plaza. De Constanza o Aldonza nada más se supo, si bien su hijo se salvó por poco, tras renegar de la fe judaica. En cuanto a Cinfa Cacabi, la volvieron a detener dos años después y esta vez parece que no tuvo tanta suerte.
El colofón es conocido: Torquemada convence a los Reyes Católicos para la firma del Edicto de Granada, el 31 de marzo de 1492, que ordena la expulsión de todos los judíos con fecha límite en el 2 de agosto de aquel mismo año. Las opciones que el Edicto les daba eran o convertirse al cristianismo o bien ser expulsados de los reinos de Castilla y Aragón, en cuyo caso debían deshacerse de todas sus posesiones, básicamente las monetarias, y no podían regresar, bajo pena de muerte. En el documental se muestra que algunos de aquellos que optaron por marcharse ponían a la venta sus posesiones a muy bajo precio. De nada valieron las súplicas o que hubiera judeoconversos entre los que financiaron la campaña de Granada o el viaje de Colón. La presencia judía en la península se remontaba por entonces a unos mil quinientos años atrás y el impacto demográfico y económico fue especialmente sentido en Castilla.
El efecto inverso producido con el magnicidio de Pedro de Arbués es tal que fue elevado a la categoría de mártir, en primer lugar, y después a la de santo. Su sepulcro se halla en la capilla que lleva su nombre, en el interior de la Seo de Zaragoza, en el mismo templo donde halló la muerte. El documental termina resaltando el largo periodo de oscuridad que supuso para la futura España, ya que la Inquisición permaneció vigente en el territorio durante más de 300 años, para acabar siendo abolida por Isabel II en 1834. Así que tenemos que bajo la idea de lograr la pureza de sangre y la unidad de religión, hay un señor -junto a sus otros compañeros de trabajo- cuyos métodos consistían en torturar a la gente para arrancarles confesiones y después entregarlos a la autoridad para ser ajusticiados, en algunos casos con resultado de muerte cruel e inhumana. Esto es, un asesino despiadado que pagó sus actos con la misma moneda, y que como recompensa fue nada menos que beatificado y canonizado, y es por tanto venerado por la Iglesia Católica. Brillante, sin duda.
La historia arranca unos años antes, con una primera persecución a los judíos en 1391, lo que se refleja en el documental, y poco más tarde en tiempo de Enrique IV de Trastamara, cuando el franciscano Alonso de Espina es el autor del primer texto relevante (Fortalitium Fidei, 1459) en pedir la implantación de un tribunal inquisitorial y abordar el tema de los conversos. Toda esta parte se omite en el reportaje, que pasa de 1391 a 1478. Vemos el matrimonio de los futuros Reyes Católicos y el proceso final de adquisición del territorio meridional, así como parte de la trayectoria vital de algunos judíos conversos. Sus historias son reales y están extraídas de unos archivos secretos vaticanos que vieron la luz en 1998. Se trata de Cinfa Cacavi y su marido Jacob Abencuca; Constanza -Aldonza según otras fuentes- de Perpiñán y su hijo Pedro de Almazán, y del que hasta su detención en 1485 era la máxima autoridad judicial de Aragón, Jaime de Montesa. Con la creación de la Inquisición el 1 de noviembre de 1478, y los Reyes Católicos logrando el control de la misma por encima de la autoridad papal, la historia se centra en uno de los primeros inquisidores mandados a Zaragoza, llamado Pedro de Arbués, en mayo de 1484. Los arrestos de los judíos conversos se producen a partir de delaciones realizadas por gente de su entorno que afirma haberles visto practicar ceremonias judías pese a estar bautizados como cristianos. A partir de los testimonios recogidos en las actas hechas públicas por el Vaticano, asistimos a la reconstrucción de las torturas que acaban haciendo confesar a Cinfa Cacavi. Es Pedro de Arbués quien conduce el interrogatorio.
A causa de las confesiones, Jacob Abencuca es ajusticiado junto a otros conversos judaizantes que, como penitencia, llevan lo que se conoce desde entonces como sambenito, acompañado de capirote, en los llamados autos de fe, que eran en plaza pública. Un traje de color amarillo, en el documental, implica la expulsión del territorio. Uno negro implica la ejecución en la hoguera. Pero en la práctica no es la Inquisición la que ejecuta la sentencia. En una total connivencia entre Iglesia y Estado, es la primera la que entrega los reos al segundo para que lleve a efecto la penitencia. Cacavi y su hija son obligadas a bautizarse pero se lo quitan al llegar a casa. En el caso de la anteriormente citada Constanza o Aldonza de Perpiñán, al no haber sido capturada se quema una efigie suya, pero el castigo para su familia es el mismo que si la muerte fuese real, como es la pérdida de sus posesiones y privilegios. Arbués asiste a las ejecuciones de las sentencias. Los conversos pertenecían en muchos casos a la élite comercial y económica, y de mayor influencia política de la ciudad. Pidieron a Fernando el Católico la relajación de los procesos pero él no hizo sino redoblarlos. No sólo los conversos se vieron amenazados, sino también los nobles, ante el temor de la pérdida de los fueros vigentes en Aragón.
Siendo ya muy odiado, una conspiración de cristianos nuevos acaba asesinando a Pedro de Arbués la noche del 15 al 16 de septiembre de 1485. El efecto es contraproducente, ya que su muerte justifica la necesidad y presencia del tribunal, desatándose una feroz represión. Sus supuestos asesinos son ajusticiados en varios autos de fe durante el año siguiente. Asimismo, este hecho acrecienta el poder de Torquemada, que se convierte en la primera autoridad con poder en ambos reinos. Más poder incluso que los Reyes, ya que Isabel sólo mandaba en Castilla y Fernando en Aragón. Al anciano Jaime de Montesa no le salvará su condición de juez y, tras ser inducido a confesar que pagó para que se cometiera el asesinato, fue encarcelado durante dos años, tras lo cual fue decapitado en 1487, en la plaza del mercado de Zaragoza, por unos cargos -llevar a cabo ritos judíos- que nada tenían que ver con la muerte del inquisidor, el mismo día en que su hija, Leonor de Montesa, fue quemada en una de las hogueras de dicha plaza. De Constanza o Aldonza nada más se supo, si bien su hijo se salvó por poco, tras renegar de la fe judaica. En cuanto a Cinfa Cacabi, la volvieron a detener dos años después y esta vez parece que no tuvo tanta suerte.
El colofón es conocido: Torquemada convence a los Reyes Católicos para la firma del Edicto de Granada, el 31 de marzo de 1492, que ordena la expulsión de todos los judíos con fecha límite en el 2 de agosto de aquel mismo año. Las opciones que el Edicto les daba eran o convertirse al cristianismo o bien ser expulsados de los reinos de Castilla y Aragón, en cuyo caso debían deshacerse de todas sus posesiones, básicamente las monetarias, y no podían regresar, bajo pena de muerte. En el documental se muestra que algunos de aquellos que optaron por marcharse ponían a la venta sus posesiones a muy bajo precio. De nada valieron las súplicas o que hubiera judeoconversos entre los que financiaron la campaña de Granada o el viaje de Colón. La presencia judía en la península se remontaba por entonces a unos mil quinientos años atrás y el impacto demográfico y económico fue especialmente sentido en Castilla.
El efecto inverso producido con el magnicidio de Pedro de Arbués es tal que fue elevado a la categoría de mártir, en primer lugar, y después a la de santo. Su sepulcro se halla en la capilla que lleva su nombre, en el interior de la Seo de Zaragoza, en el mismo templo donde halló la muerte. El documental termina resaltando el largo periodo de oscuridad que supuso para la futura España, ya que la Inquisición permaneció vigente en el territorio durante más de 300 años, para acabar siendo abolida por Isabel II en 1834. Así que tenemos que bajo la idea de lograr la pureza de sangre y la unidad de religión, hay un señor -junto a sus otros compañeros de trabajo- cuyos métodos consistían en torturar a la gente para arrancarles confesiones y después entregarlos a la autoridad para ser ajusticiados, en algunos casos con resultado de muerte cruel e inhumana. Esto es, un asesino despiadado que pagó sus actos con la misma moneda, y que como recompensa fue nada menos que beatificado y canonizado, y es por tanto venerado por la Iglesia Católica. Brillante, sin duda.
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