El médico o cómo acabar de los nervios
El 22 de julio ya tuve mis problemas yendo al médico, y hoy los he tenido de nuevo. Empecemos porque de nuevo mi médico no estaba y había un suplente. El ordenador de la consulta no funcionaba y por esa razón tan sencilla hubo que pasarse a otra, donde de nuevo había que compartir espera con los pacientes asignados a la misma. Por suerte esta vez éramos pocos. Mientras, daba la impresión de que la mitad de las consultas estaban desocupadas.
Las citas están puestas de cinco en cinco minutos, algo incomprensible si en realidad el examen a cada paciente se demora por más de ese tiempo. Luego, haciendo memoria, al pedir la cita por teléfono sólo te dicen el nombre del médico (que ya sabes), el número de consulta (que también) y la hora de la cita. Hasta hace no tanto también te daban un número de orden para entrar, ya no. Y se puede montar un pequeño lío si vienen dos personas con la misma hora -a mí me ha pasado-. El sistema no admite eso y borra una de las dos -en este caso la mía- así que tienes que ir, esta vez al mostrador, a pedir una nueva cita.
Otra variante es que el médico llegue tarde, abra tarde, y por su culpa se retrase todo aún más, que también pasa. Como algún paciente tenga que ir luego a trabajar y venga con prisas ya ha perdido la mañana, de nada le habrá valido pedir que la cita sea a primera hora. Más: se supone que el médico te tiene que llamar por el nombre, la mayoría en mi centro de salud al menos no lo hace. Entonces, ¿cómo saben los pacientes cuándo tienen que entrar? Pues, conforme llegan, preguntando a los ya presentes qué hora les han dado, la comparas con la tuya y averiguas quién te toca delante.
Más ejercicio de memoria: antes, tampoco hace tanto, se colgaba la lista de citas en la puerta de la consulta, con nombre, número de la Seguridad Social y hora de cita. Con las nuevas normas para salvaguardar la intimidad del paciente, esto también ha desaparecido. Sin embargo existiría una solución intermedia para, al mismo tiempo, conservar en el anonimato la identidad del paciente, y a la vez conocer su hora de entrada sin tener que andar preguntando a la concurrencia. La misma lista en la puerta con la hora de cita y el número de la Seguridad Social o tarjeta sanitaria, pero sin el nombre de la persona. Ya que, aunque no recuerdes el número de tarjeta, la tienes que llevar. Te identificas en silencio y tu nombre queda a salvo. Digo yo que algo mejoraría la cosa. En fin, si paran ustedes por Benalmádena, les aconsejo que procuren no ponerse enfermos, nada más.
Las citas están puestas de cinco en cinco minutos, algo incomprensible si en realidad el examen a cada paciente se demora por más de ese tiempo. Luego, haciendo memoria, al pedir la cita por teléfono sólo te dicen el nombre del médico (que ya sabes), el número de consulta (que también) y la hora de la cita. Hasta hace no tanto también te daban un número de orden para entrar, ya no. Y se puede montar un pequeño lío si vienen dos personas con la misma hora -a mí me ha pasado-. El sistema no admite eso y borra una de las dos -en este caso la mía- así que tienes que ir, esta vez al mostrador, a pedir una nueva cita.
Otra variante es que el médico llegue tarde, abra tarde, y por su culpa se retrase todo aún más, que también pasa. Como algún paciente tenga que ir luego a trabajar y venga con prisas ya ha perdido la mañana, de nada le habrá valido pedir que la cita sea a primera hora. Más: se supone que el médico te tiene que llamar por el nombre, la mayoría en mi centro de salud al menos no lo hace. Entonces, ¿cómo saben los pacientes cuándo tienen que entrar? Pues, conforme llegan, preguntando a los ya presentes qué hora les han dado, la comparas con la tuya y averiguas quién te toca delante.
Más ejercicio de memoria: antes, tampoco hace tanto, se colgaba la lista de citas en la puerta de la consulta, con nombre, número de la Seguridad Social y hora de cita. Con las nuevas normas para salvaguardar la intimidad del paciente, esto también ha desaparecido. Sin embargo existiría una solución intermedia para, al mismo tiempo, conservar en el anonimato la identidad del paciente, y a la vez conocer su hora de entrada sin tener que andar preguntando a la concurrencia. La misma lista en la puerta con la hora de cita y el número de la Seguridad Social o tarjeta sanitaria, pero sin el nombre de la persona. Ya que, aunque no recuerdes el número de tarjeta, la tienes que llevar. Te identificas en silencio y tu nombre queda a salvo. Digo yo que algo mejoraría la cosa. En fin, si paran ustedes por Benalmádena, les aconsejo que procuren no ponerse enfermos, nada más.
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