La separación Iglesia-Estado
Las portadas se las llevan las visitas del Papa a España, a Santiago y Barcelona en noviembre del año pasado, y a Madrid este agosto con horas extra para funcionarios ¿voluntarios? de la Comunidad de Madrid, y protesta de sacerdotes de base por su coste y por la alianza con grupos empresariales para financiarla. También que haya políticos del PP (Juan Cotino) que ponen crucifijos en sitios que son de todos, como la presidencia de un parlamento autonómico. Hay un alcalde del PSOE (Juan Alberto Belloch), tema que fue menos difundido, que poseía la misma costumbre, pero al parecer le han dicho que para seguir en el puesto debe ir abandonando dicho hábito (leer último párrafo). Y una flamante presidenta autonómica del PP (Cospedal) que va al Corpus, donde vuelve la banda de música del Ejército a interpretar el himno de España ante una imagen religiosa, algo que en teoría está prohibido.
Pero debajo de estos temas de portada, con el Papa y políticos famosos en gran parte del país como protagonistas, se esconde la realidad de todos los años y de todas las elecciones: biblias y crucifijos en las tomas de posesión de alcaldes, presidentes autonómicos, ministros y cualquier cargo o carguillo público y varas de mando, medallas al cuello y mantillas al viento para que alcaldes y concejales de todos los pueblos de España acompañen a los cristos y vírgenes de sus localidades en el Corpus, en la procesión de las fiestas locales o en la Semana Santa. Representantes públicos que deberían tratar sin distinciones a todos los ciudadanos, con estas apariciones en actos católicos o pseudocatólicos borran de su nómina de representados a todos aquellos que no profesan dicha religión: musulmanes, ortodoxos, evangélicos o ateos, que de todo hay, y cada vez en mayor número, en toda España.
La separación Iglesia-Estado sigue siendo un tema pendiente en España. Y la Ley de Libertad Religiosa que el Gobierno aparcó en el baúl de las promesas olvidadas tampoco se antoja la solución. El primero de los males a suprimir es el Concordato (ejemplo 1 y ejemplo 2) de 1979.
Pero debajo de estos temas de portada, con el Papa y políticos famosos en gran parte del país como protagonistas, se esconde la realidad de todos los años y de todas las elecciones: biblias y crucifijos en las tomas de posesión de alcaldes, presidentes autonómicos, ministros y cualquier cargo o carguillo público y varas de mando, medallas al cuello y mantillas al viento para que alcaldes y concejales de todos los pueblos de España acompañen a los cristos y vírgenes de sus localidades en el Corpus, en la procesión de las fiestas locales o en la Semana Santa. Representantes públicos que deberían tratar sin distinciones a todos los ciudadanos, con estas apariciones en actos católicos o pseudocatólicos borran de su nómina de representados a todos aquellos que no profesan dicha religión: musulmanes, ortodoxos, evangélicos o ateos, que de todo hay, y cada vez en mayor número, en toda España.
La separación Iglesia-Estado sigue siendo un tema pendiente en España. Y la Ley de Libertad Religiosa que el Gobierno aparcó en el baúl de las promesas olvidadas tampoco se antoja la solución. El primero de los males a suprimir es el Concordato (ejemplo 1 y ejemplo 2) de 1979.
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