Del periodismo de calle a la docencia
Por si ustedes no lo saben, desde que empezó la crisis económica vino también una crisis de la prensa. Como producto de la primera, o más bien con la excusa de la misma. Sobre todo en la prensa escrita. Entre potenciar las capacidades, los conocimientos y la experiencia de la plantilla existente, sobre todo se ha dado en prensa escrita el fenómeno de "adelgazar" las redacciones. En lugar de los periodistas curtidos, que conocían las fuentes y cómo moverse, se ha contratado a becarios que cambian cada poco o no se les pasa a fijos, y que como no conocen las fuentes, o no contrastan las informaciones o lo sacan todo de Internet. También por falta de tiempo, entre otras cosas. O se vuelve a hacer presente el problema del intrusismo.
Según el Informe de la Profesión Periodística 2010, dirigido por el profesor de la UMA Pedro Farias Battle por encargo de la Asociación de la Prensa de Madrid, desde el verano de 2008 la crisis económica general se ha traducido en que del orden del 20 por ciento del empleo del sector periodístico ha desaparecido y han empeorado las condiciones de trabajo de quienes lo mantienen, especialmente colaboradores y periodistas sin convenio de empresa. El frío dato estadístico es demoledor: los medios, de forma generalizada, han continuado con las políticas de reducción de plantillas como medida para hacer frente a la crisis, dejando unas redacciones menguadas (5.564 periodistas en paro en 2010 y 3.588 trabajadores afectados por ERE, cierres, recortes y prejubilaciones desde 2008) que tienen que hacer frente a sus exigencias diarias con menos recursos. Lo que evidentemente deriva en una información hecha con más prisas y un peor resultado final. La cada vez más creciente politización e ideologización de los medios, desde luego, tampoco ayuda lo más mínimo.
Coincido con una apreciación hecha por el doctor Farias al hilo de las cifras citadas en el Informe: unos 2900 licenciados, pero sobre todo más de 18.000 matriculados anuales, y 37 facultades con estudios de Periodismo o Comunicación en España son demasiadas y el mercado no puede absorber semejante volumen de aspirantes a un empleo. Pero ello no debe servir de excusa, puesto que junto a periódicos, radios, revistas o televisiones también se hallan gabinetes de prensa y relaciones públicas, por ejemplo. Tanto de instituciones públicas como de empresas. Sin embargo, que existe un déficit en el sistema educativo que luego se traslada al mercado laboral, resulta evidente.
Yo soy periodista. Se sorprenderán quizá si les digo que soy una persona tímida. ¿Cómo un tímido puede ser periodista? Bueno, un profesional tan reconocido como Iñaki Gabilondo ha dicho en repetidas ocasiones que él es tímido. ¿Cómo se explica? Bien, en mi caso puedo decir que cuando me pongo mi "traje de periodista", o sea me mentalizo, se produce en mí una transformación. Si no, es difícil explicar que les haya hecho fotos y preguntas a Manuel Chaves como presidente de la Junta, a Magdalena Álvarez como ministra de Fomento, o que haya entrevistado y hecho preguntas sin problemas a los dos últimos alcaldes de mi localidad y a media corporación municipal, a la Consejera de Salud andaluza, al presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, a una senadora o al anterior Obispo de Málaga. Me pongo más nervioso cuando veo a algún amigo o amiga que cuando tengo enfrente a un político, para que se hagan ustedes una idea.
Como le recuerdo haber leído y escuchado a Gabilondo, el periodismo ejerce una función de servicio público, es decir, de servicio por y para los demás. Si eres egoísta, si no te preocupas por los demás, no puedes ejercer este oficio. El derecho a la información, en verdad, pertenece a los ciudadanos, pero es ejercido por los periodistas, que tienen delegado este derecho, y ejercen, ejercemos por tanto de intermediarios y mediadores entre la población y los poderes públicos, civiles, militares o religiosos, a los cuales la población no tiene la posibilidad, normalmente, de acceder para hacerles llegar sus inquietudes y demandas. Y hacemos, o debemos hacer llegar a la población, la llamada información de interés general, esa que deben de conocer. No sólo quién es su alcalde o presidente de comunidad autónoma o de Gobierno y qué ha hecho, sino qué leyes u ordenanzas han aprobado, porque les afectan, tales como la subida del agua, del gas o de la luz, los precios, la telefonía, etcétera. Aunque luego pasen de esas informaciones como de la peste y se pongan a ver en televisión lo peor de lo peor: los periodistas debemos trasladar esas informaciones que el ciudadano debe conocer, quiera o no. Que haya salido una nueva iPad, por ejemplo, no es información que deban conocer los ciudadanos, pero si ésta tiene un fallo masivo que afecta a su funcionamiento, sí, para que como consumidores estén advertidos de cómo han de proceder para reclamar.
Por desgracia muchos periodistas han olvidado su verdadera función y se han convertido o en estrellas mediáticas o en correas de transmisión, con lo que el oficio ha perdido credibilidad y está muy desprestigiado de cara a la opinión pública. No obstante, cuando en el Informe se les pregunta a los profesionales, resulta que el 72,9 por ciento de los periodistas no cambiaría de profesión, dato que viene a confirmar un año más el carácter vocacional del periodismo, lo que supone un pequeño rayo de esperanza. La mayoría de los profesionales encuestados sigue creyendo en este oficio. Dicho lo cual, este año me tocó participar en la encuesta.
El informe contó asimismo para su elaboración con la participación, entre otros, de Francisco Javier Paniagua, Marisol Gómez Aguilar, Bernardo Gómez Calderón, Teodoro León Gross y Sergio Roses, que, junto al profesor Farias, han llevado algunas de las asignaturas del Máster Oficial de Posgrado en Investigación en Comunicación Periodística que estoy cursando.
Y esa es otra: al no encontrar trabajo, las herramientas y las concepciones que se utilizan para desempeñar la labor periodística van cambiando, y te puedes quedar anquilosado. De modo que para actualizar mis conocimientos, prestigiar mi hoja laboral y no quedarme parado en mi casa como un vegetal, me matriculé en el Máster que acabo de citar. Cuando éste haya finalizado, a lo más tardar en diciembre, será el momento, casi inmediato, sin apenas tiempo para descansar, de ir dándole forma a lo que debe ser mi tesis doctoral. Dicen que te puedes eternizar, que te quita tiempo de hacer cualquier otra cosa, pero mi objetivo sería tenerla lista y presentarla en año y medio, o dos años como mucho. Luego sería el turno de irse ganando un puesto como profesor universitario, con sustituciones, estancias en otras ciudades y países, asistencia a congresos... Pero esa será otra historia.
El caso es que cuando empecé a asistir a este Máster, no pasaba por mi mente la idea de hacer la tesis y de encaminar mis pasos a la docencia, algo que contemplaba únicamente como una posible alternativa a tomar en caso de que el mercado laboral siguiera tan imposible como hasta ahora. Pero ahora mismo, pasados varios meses, la idea del doctorado y del profesorado universitario ha ido cobrando más fuerza. Nunca creí que me vería dando el posible paso del periodismo de calle al aula, de ahí el título de esta entrada, pero ahora mismo es la posibilidad más firme. Siempre se me ha dado bien hablar para audiencias reducidas, así que habrá que ir pensando, timidez aparte, en hacerlo para un auditorio de un centenar de jóvenes que se presentarán con la falsa ilusión de que la universidad sirve para algo, y que habrá que intentar que la conserven.
Postdata. Resultó muy curioso lo de mi primer encuentro con la Consejera de Salud, María Jesús Montero. Yo me hallaba en el Hospital Marítimo de Torremolinos, al que había acudido para una consulta, y de golpe y porrazo me encontré allí a la susodicha. Tras preguntarle al compañero del Diario Sur para Benalmádena y Torremolinos, que allí se encontraba, en qué consistía el asunto (la inauguración de un edificio rehabilitado del recinto para que sirviera como habitaciones para el área de pediatría), allá que fui a pedir la nota de prensa, a sacarle fotos con el móvil y a tomar buena cuenta (mental) de lo que decía. No llevaba ni lápiz ni papel pero mi instinto fue más fuerte: muchos vecinos de Benalmádena requerían por entonces acudir a ese hospital para operarse, porque nuestra ciudad carecía de uno, y como yo escribía para un medio de mi localidad, esa noticia nos afectaba. Después mi compañero me cedió alguna imagen de mejor calidad. El segundo fue un par de años más tarde, con motivo de la inauguración del Centro Hospitalario de Alta Resolución, esta vez sí, en Benalmádena. En el exterior del recinto había una protesta sindical de la que pocos medios se hicieron eco y al día siguiente de aquel acto, que también contó con la presencia de Manuel Chaves, estalló en pedazos (noviembre de 2007) la coalición de gobierno que regía la localidad en aquellos instantes. Pero esa sí que es otra historia...
Según el Informe de la Profesión Periodística 2010, dirigido por el profesor de la UMA Pedro Farias Battle por encargo de la Asociación de la Prensa de Madrid, desde el verano de 2008 la crisis económica general se ha traducido en que del orden del 20 por ciento del empleo del sector periodístico ha desaparecido y han empeorado las condiciones de trabajo de quienes lo mantienen, especialmente colaboradores y periodistas sin convenio de empresa. El frío dato estadístico es demoledor: los medios, de forma generalizada, han continuado con las políticas de reducción de plantillas como medida para hacer frente a la crisis, dejando unas redacciones menguadas (5.564 periodistas en paro en 2010 y 3.588 trabajadores afectados por ERE, cierres, recortes y prejubilaciones desde 2008) que tienen que hacer frente a sus exigencias diarias con menos recursos. Lo que evidentemente deriva en una información hecha con más prisas y un peor resultado final. La cada vez más creciente politización e ideologización de los medios, desde luego, tampoco ayuda lo más mínimo.
Coincido con una apreciación hecha por el doctor Farias al hilo de las cifras citadas en el Informe: unos 2900 licenciados, pero sobre todo más de 18.000 matriculados anuales, y 37 facultades con estudios de Periodismo o Comunicación en España son demasiadas y el mercado no puede absorber semejante volumen de aspirantes a un empleo. Pero ello no debe servir de excusa, puesto que junto a periódicos, radios, revistas o televisiones también se hallan gabinetes de prensa y relaciones públicas, por ejemplo. Tanto de instituciones públicas como de empresas. Sin embargo, que existe un déficit en el sistema educativo que luego se traslada al mercado laboral, resulta evidente.
Yo soy periodista. Se sorprenderán quizá si les digo que soy una persona tímida. ¿Cómo un tímido puede ser periodista? Bueno, un profesional tan reconocido como Iñaki Gabilondo ha dicho en repetidas ocasiones que él es tímido. ¿Cómo se explica? Bien, en mi caso puedo decir que cuando me pongo mi "traje de periodista", o sea me mentalizo, se produce en mí una transformación. Si no, es difícil explicar que les haya hecho fotos y preguntas a Manuel Chaves como presidente de la Junta, a Magdalena Álvarez como ministra de Fomento, o que haya entrevistado y hecho preguntas sin problemas a los dos últimos alcaldes de mi localidad y a media corporación municipal, a la Consejera de Salud andaluza, al presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, a una senadora o al anterior Obispo de Málaga. Me pongo más nervioso cuando veo a algún amigo o amiga que cuando tengo enfrente a un político, para que se hagan ustedes una idea.
Como le recuerdo haber leído y escuchado a Gabilondo, el periodismo ejerce una función de servicio público, es decir, de servicio por y para los demás. Si eres egoísta, si no te preocupas por los demás, no puedes ejercer este oficio. El derecho a la información, en verdad, pertenece a los ciudadanos, pero es ejercido por los periodistas, que tienen delegado este derecho, y ejercen, ejercemos por tanto de intermediarios y mediadores entre la población y los poderes públicos, civiles, militares o religiosos, a los cuales la población no tiene la posibilidad, normalmente, de acceder para hacerles llegar sus inquietudes y demandas. Y hacemos, o debemos hacer llegar a la población, la llamada información de interés general, esa que deben de conocer. No sólo quién es su alcalde o presidente de comunidad autónoma o de Gobierno y qué ha hecho, sino qué leyes u ordenanzas han aprobado, porque les afectan, tales como la subida del agua, del gas o de la luz, los precios, la telefonía, etcétera. Aunque luego pasen de esas informaciones como de la peste y se pongan a ver en televisión lo peor de lo peor: los periodistas debemos trasladar esas informaciones que el ciudadano debe conocer, quiera o no. Que haya salido una nueva iPad, por ejemplo, no es información que deban conocer los ciudadanos, pero si ésta tiene un fallo masivo que afecta a su funcionamiento, sí, para que como consumidores estén advertidos de cómo han de proceder para reclamar.
Por desgracia muchos periodistas han olvidado su verdadera función y se han convertido o en estrellas mediáticas o en correas de transmisión, con lo que el oficio ha perdido credibilidad y está muy desprestigiado de cara a la opinión pública. No obstante, cuando en el Informe se les pregunta a los profesionales, resulta que el 72,9 por ciento de los periodistas no cambiaría de profesión, dato que viene a confirmar un año más el carácter vocacional del periodismo, lo que supone un pequeño rayo de esperanza. La mayoría de los profesionales encuestados sigue creyendo en este oficio. Dicho lo cual, este año me tocó participar en la encuesta.
El informe contó asimismo para su elaboración con la participación, entre otros, de Francisco Javier Paniagua, Marisol Gómez Aguilar, Bernardo Gómez Calderón, Teodoro León Gross y Sergio Roses, que, junto al profesor Farias, han llevado algunas de las asignaturas del Máster Oficial de Posgrado en Investigación en Comunicación Periodística que estoy cursando.
Y esa es otra: al no encontrar trabajo, las herramientas y las concepciones que se utilizan para desempeñar la labor periodística van cambiando, y te puedes quedar anquilosado. De modo que para actualizar mis conocimientos, prestigiar mi hoja laboral y no quedarme parado en mi casa como un vegetal, me matriculé en el Máster que acabo de citar. Cuando éste haya finalizado, a lo más tardar en diciembre, será el momento, casi inmediato, sin apenas tiempo para descansar, de ir dándole forma a lo que debe ser mi tesis doctoral. Dicen que te puedes eternizar, que te quita tiempo de hacer cualquier otra cosa, pero mi objetivo sería tenerla lista y presentarla en año y medio, o dos años como mucho. Luego sería el turno de irse ganando un puesto como profesor universitario, con sustituciones, estancias en otras ciudades y países, asistencia a congresos... Pero esa será otra historia.
El caso es que cuando empecé a asistir a este Máster, no pasaba por mi mente la idea de hacer la tesis y de encaminar mis pasos a la docencia, algo que contemplaba únicamente como una posible alternativa a tomar en caso de que el mercado laboral siguiera tan imposible como hasta ahora. Pero ahora mismo, pasados varios meses, la idea del doctorado y del profesorado universitario ha ido cobrando más fuerza. Nunca creí que me vería dando el posible paso del periodismo de calle al aula, de ahí el título de esta entrada, pero ahora mismo es la posibilidad más firme. Siempre se me ha dado bien hablar para audiencias reducidas, así que habrá que ir pensando, timidez aparte, en hacerlo para un auditorio de un centenar de jóvenes que se presentarán con la falsa ilusión de que la universidad sirve para algo, y que habrá que intentar que la conserven.
Postdata. Resultó muy curioso lo de mi primer encuentro con la Consejera de Salud, María Jesús Montero. Yo me hallaba en el Hospital Marítimo de Torremolinos, al que había acudido para una consulta, y de golpe y porrazo me encontré allí a la susodicha. Tras preguntarle al compañero del Diario Sur para Benalmádena y Torremolinos, que allí se encontraba, en qué consistía el asunto (la inauguración de un edificio rehabilitado del recinto para que sirviera como habitaciones para el área de pediatría), allá que fui a pedir la nota de prensa, a sacarle fotos con el móvil y a tomar buena cuenta (mental) de lo que decía. No llevaba ni lápiz ni papel pero mi instinto fue más fuerte: muchos vecinos de Benalmádena requerían por entonces acudir a ese hospital para operarse, porque nuestra ciudad carecía de uno, y como yo escribía para un medio de mi localidad, esa noticia nos afectaba. Después mi compañero me cedió alguna imagen de mejor calidad. El segundo fue un par de años más tarde, con motivo de la inauguración del Centro Hospitalario de Alta Resolución, esta vez sí, en Benalmádena. En el exterior del recinto había una protesta sindical de la que pocos medios se hicieron eco y al día siguiente de aquel acto, que también contó con la presencia de Manuel Chaves, estalló en pedazos (noviembre de 2007) la coalición de gobierno que regía la localidad en aquellos instantes. Pero esa sí que es otra historia...
Comentarios
Detrás de los fríos datos que tan poco me gustan se encuentran situaciones como la de mi redacción, en la que somos tres redactoras fijas y dos colaboradores externos y el director no hace más que subirnos el número de páginas. Y todo esto con un contrato de media jornada que se incumple constantemente, porque es imposible sacar adelante un periódico entre tres en media jornada. Luego que nadie se sorprenda de los resultados, de que las páginas estén llenas de errores o de la falta de esfuerzo de los profesionales.
Con situaciones como ésta, la prensa sólo puede seguir perdiendo. Es muy simple: si tu producto no tiene calidad, no vendes. Si no vendes, no sacas beneficio. Si no sacas beneficio, seguirá habiendo recortes. Y así hasta que la situación sea insostenible.
Aunque, como bien dice la encuesta (y tú recoges en el post), no lo cambiaría por otra profesión. No sé, se ve que algunos nacemos con vocación de sufridores.